Paisajes II. José de Ribera "el Españoleto".
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Continuamos nuestra serie de paisajes con otro genial pintor español de nuestro Barroco: José de Ribera ; pintor tenebrista español del siglo XVII, también conocido como Giusepe de Ribera o con su nombre italianizado: Giuseppe Ribera. Fue apodado por sus contemporáneos Lo Spagnoletto, «el españolito», por su baja estatura y porque reivindicaba sus orígenes firmando sus obras como «Jusepe de Ribera, español» o «setabense» (de Játiva). Ribera es un pintor destacado de la escuela española, aunque su obra se hizo íntegramente en Italia y de hecho, no se conocen ejemplos seguros de sus inicios en España.
Siguiendo la información de Wikipedia, que prometemos contrastar, diremos que:
Se cree que José de Ribera inició su aprendizaje con Francisco Ribalta, que tenía un taller muy frecuentado; pero al no conocerse obras de esta etapa, tal deducción es difícil de comprobar.
Ribera decidió marchar a Italia y seguir las huellas de Caravaggio. Así inició con unos 17 años (¿1608?) su viaje, primero al norte, a Cremona, Milán y a Parma, para ir luego a Roma, donde el artista conoció tanto la pintura clasicista de Reni y Ludovico Carracci como el áspero tenebrismo que desarrollaban los caravagistas holandeses residentes en la ciudad.
Finalmente, Ribera decidió instalarse en Nápoles, acaso al intuir que allí captaría una mayor clientela. En el verano de 1616 desembarcó Ribera en la famosa metrópoli a la sombra del Vesubio. Pronto se asentó en la casa del anciano pintor Giovanni Bernardino Azzolini, pintor que entonces no era muy conocido, al cual se atribuye una obra en la iglesia de Sant'Antonio al Seggio en Aversa: La coronación de la Virgen entre los santos Andrés y Pedro. Sólo tres meses después se casó Ribera con la hija de Azzolini, de dieciséis años de edad.
Había acabado su viaje, pero comenzaba el apogeo de su arte. En pocos años, José de Ribera, al que llamaron lo Spagnoletto, adquirió fama europea, gracias en gran parte a sus grabados; se sabe que incluso Rembrandt los tenía.
El uso del dramatismo de Caravaggio fue su punto fuerte. Inició una intensa producción que lo mantuvo alejado de su España, a donde nunca regresó, pero se sintió unido a su país gracias a que Nápoles era un virreinato español y punto de encuentro entre dos culturas figurativas, la ibérica y la italiana. Se cuenta que cuando preguntaron a Ribera por qué no regresaba a su país, él contestó: «En Nápoles me siento bien apreciado y pagado, por lo que sigo el adagio tan conocido: quien está bien, que no cambie». Y explicó: «Mi gran deseo es volver a España, pero hombres sabios me han dicho que allí se pierde el respeto a los artistas cuando están presentes, pues España es madre amantísima para los forasteros y madrastra cruel para sus hijos».
El apoyo de los virreyes y de otros altos cargos de origen español explica que sus obras llegasen en abundancia a la Península Ibérica; actualmente el Museo del Prado posee más de cuarenta cuadros suyos. Ya en vida era famoso en su tierra natal y prueba de ello es que Velázquez le visitó en Nápoles en 1630.
La fusión de influencias italianas y españolas dio lugar a obras como el Sileno Ebro (1626, hoy en Capodimonte) y El martirio de san Andrés (1628, en el Museo de Bellas Artes de Budapest). Comenzó entonces la rivalidad entre Ribera y el otro gran protagonista del siglo XVII napolitano, Massimo Stanzione.
En siglos posteriores, la apreciación del arte de Ribera se vio condicionada por una leyenda negra que le presentaba como un pintor fúnebre y desagradable, que pintaba obsesivamente temas de martirios con un verismo truculento. Un escritor afirmó que «Ribera empapaba el pincel en la sangre de los santos». Esta idea equivocada se impuso en los siglos XVIII y XIX, en parte por escritores extranjeros que no conocieron toda su producción. En realidad, Ribera evolucionó del tenebrismo inicial a un estilo más luminoso y ecléctico, con influencias del renacimiento veneciano y de la escultura antigua, y supo plasmar con igual acierto lo bello y lo terrible.
Su gama de colores se aclaró en la década de 1630, por influencia de Van Dyck y otros pintores, y a pesar de serios problemas de salud en la década siguiente, continuó produciendo obras importantes hasta su muerte.
José de Ribera está sepultado en la iglesia de Santa María del Parto en el barrio Mergellina de Nápoles.
Como ejemplo de su obra paisajística mostramo dos cuadros magníficos: "Paisaje con pastor" y "Paisaje con fortín" por este orden, en los que se puede sentir el aire puro que envuelve la escena.
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